Si tanto lo he soñado, ¿por qué no disfruto con mi bebé?
Es difícil hablar abiertamente de las emociones negativas relacionadas con la maternidad/paternidad, puesto que el estado emocional de las madres y los padres no ha sido tenido suficientemente en cuenta tanto por la sociedad como por el sistema sanitario. La depresión posparto es difícil de reconocer para quien la sufre y su entorno, incluso muchas madres pueden aparecer sonrientes y afirmando que se encuentran bien a primera vista, como si una madre sintiera vergüenza al sentir tristeza o desesperanza.
El puerperio y la adaptación a la maternidad es una etapa de máxima vulnerabilidad psicológica. Un posparto normal implica un choque de expectativas importante, desde el hijo/a soñado/a al real, la sensación de pérdida de identidad hasta cierta presión social a que vuelvas a ser la misma cuanto antes; además la imagen corporal se ve afectada, la maternidad “atraviesa” el cuerpo y al principio cuesta reconocerse. Muchas veces, cuanto más dificultades haya en el camino hasta llegar a ser madre, más probable es que el batacazo sea mayor (también ocurre en madres que adoptan). Se trata de un periodo caracterizado por una intensa ambivalencia emocional, donde la madre puede preguntarse ¿si tanto lo he soñado, por qué no disfruto? ¿Qué clase de madre soy entonces?
En la depresión posparto los síntomas van más allá de un puerperio “normal”, aparece un estado de ánimo deprimido y pérdida de disfrute significativas, además de un sentimiento que determina claramente este tipo de depresión, la culpa exacerbada. En algunos casos pueden aparecer ideas de hacerse daño o al bebé. La mayoría de los autores establecen que el cuadro se inicia entorno a los seis meses del parto, aunque muchas veces se diagnostica meses después, hasta incluso el año, con el consiguiente riesgo de cronificación.
Autor de la fotografía: Raquel Huéscar
En la depresión posparto siempre nos encontramos con la presencia de un bebé, que no es capaz de esperar en la satisfacción de sus necesidades y que inevitablemente se ve inmerso en una interacción con la madre, pudiendo ésta sentirse sobrepasada en su papel de contención de las demandas de su hijo/a, sintiéndose menos capaz de lo que había imaginado. Por tanto, dado que hay un bebé al que cuidar, la intervención incluye a la familia, pareja, amigos, grupos de apoyo, etc., que ha de reestructurarse para ayudar a la mamá a hacer frente a las demandas del bebé y a sus propias necesidades, haciendo necesario que la intervención en estos casos sea lo más rápida posible.
¿Existen factores de riesgo a padecerla?
A pesar de los estudios realizados en los últimos años, aún se desconocen las causas de la depresión postparto (DPP), observándose únicamente factores de riesgo asociados a la enfermedad.
La presencia de una historia previa de psicopatología (especialmente, depresión y ansiedad) y de alteraciones psicológicas durante el embarazo, haber padecido DPP anteriormente, complicaciones obstétricas y que éste no sea deseado y/o planeado podrá influir en el desarrollo del trastorno. A nivel personal, no contar con la pareja en la crianza del bebé, la separación de los padres o la falta de una red familiar y social de apoyo son otros factores que predisponen a la depresión tras el parto. Igualmente, también influye el experimentar situaciones estresantes, como dificultades económicas, abuso físico, emocional o sexual durante la infancia, fallecimiento, abandono o separación de un familiar o ser querido, una mala relación con la madre, pérdidas perinatales previas, someterse a un tratamiento de reproducción asistida y presentar problemas médicos asociados al embarazo.
Durante los meses posteriores al parto, la madre suele sentirse desbordada por las demandas del bebé (más aún cuando éste nace con problemas de salud), se suele acusar la falta de sueño prolongado y puede haber dificultades en la lactancia materna. Además, las madres primerizas (aunque puede afectar a cualquier número de embarazos) suelen ser muy exigentes y presentar un grado de perfeccionismo que puede llegar a afectar a la capacidad de las mujeres para adaptarse a la vida después del parto y a aceptar situaciones fuera de sus expectativas previas.
A pesar de que existen estos factores de riesgo, la madre puede desarrollar este trastorno incluso sin que haya ningún antecedente.
¿Se puede prevenir la depresión posparto?
Afortunadamente, el hecho de que estos factores puedan favorecer la aparición de DPP, no implica que no podamos prevenirla o detectarla precozmente para poder intervenir lo antes posible.
Es importante que la madre priorice su cuidado, sin abandonar hábitos saludables de alimentación y ejercicio físico, salir a diario al aire libre y tomar el sol, descansar y dormir cuando el bebé también lo haga, delegando y pidiendo ayuda en la realización de las tareas cotidianas. No debemos olvidar que la lactancia materna debe ser considerada como una potente arma terapéutica en el tratamiento de DPP y creación del vínculo con el bebé.
Además, compartir momentos de intimidad con la pareja, realizar actividades gratificantes y acudir a grupos de apoyo que acompañan a la madre en el proceso de gestación, parto y crianza contribuyen a disminuir la depresión posparto, siendo éste uno de los principales factores de protección para el desarrollo de desajustes emocionales.
¿Es la depresión posparto exclusiva de las mujeres?
Aunque es común pensar que la depresión posparto sólo se da en las nuevas madres, diversos estudios ponen de manifiesto que es un trastorno que se da con relativa frecuencia en los nuevos padres, de hecho las cifras oscilan entre el 8 y el 13%.
Es importante valorar esta circunstancia puesto que la falta de información respecto a este trastorno en los hombres interrumpe igualmente la dinámica familiar. Se ha estudiado que en los/as lactantes y niños/as pequeños/as aumenta el llanto, se observan con mayor frecuencia conductas hiperactivas y problemas de conducta derivados de un deterioro en el desarrollo. Los hijos/as en edad escolar de padres que padecen un trastorno depresivo, tienen un mayor riesgo de padecer trastornos psiquiátricos específicos.
En conclusión, para poder atender las necesidades reales de las familias en los programas de salud mental perinatal, sería necesario ampliar el enfoque tradicional centrado en los trastornos perinatales del estado de ánimo de la mujer para ser completado por un enfoque centrado en la familia.
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